Entre el Paseo del Vendaval y la calle Concepción Arenal, en la Tacita de Plata, se alza un monumental edificio que en su pasado fue la Cárcel Real de Cádiz. Este presidio fue levantado en 1794 debido a que la antigua estaba mal distribuida, localizada y en claro declive por ello se le encarga a al arquitecto Torcuato Benjumeda una nueva. Para ello contó con un presupuesto de 3,5 millones de reales que dieron como resultado un edificio neoclásico de base rectangular perfectamente simétrica con dimensiones de 66,87 por 33,45 metros, de dos niveles y distribuida en torno a un patio central cuadrado y dos rectangulares a los lados en torno a los cuales se reparten las celdas y dependencias carcelarias.
En cuanto a su exterior se observa las dos plantas con columnas toscanas gigantes peraltadas sobre un basamento que enmarcan los vanos. Las ventanas del primer piso, que son las que mayor luz aportan, contienen un sencillo guardapolvo de traza horizontal cóncavo y descendiente, además sobre las pilastras hay un entablamento con frisos que contienen triglifos y bajo ellos tres gotas.
En el cuerpo central encontramos cuatro columnas toscanas adosadas y dos pilastras en sus extremos que dan paso a los cuerpos menores donde hay dos semicírculos ciegos con un óculo inscrito en cada uno y finalmente esta coronado por el escudo de Isabel II y dos leones.
La cárcel empezó a funcionar en 1836, que es cuando el arquitecto Juan Daura culmina su mayor parte y se abandonó en 1966 lo que hizo que empezara a deteriorarse, por ello en 1990 se rehabilita como juzgado hasta 2006 cuando el ayuntamiento lo recupera para instalar la Casa de Iberoamérica, un centro cultural gestionado por la Sociedad Municipal Cádiz 2012 y que se usa para exposiciones, charlas o actos. Por ello su interior se cambió por completo y se crearon nueve salas: cinco expositivas, un salón de actos, una biblioteca, una sala de conferencias y una sala multidisciplinar.
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