sábado, 23 de mayo de 2020

El asesinato del conde

  Una ciudad con tanta historia y de un tamaño más o menos considerable siempre es proclive a que sucedan asesinatos en sus calles que puedan influir en la vida de sus gentes.
   Juan de Tassis y Peralta, II Conde de Villamediana, nació en Lisboa en 1582 hijo de María de Peralta Muñatones y de Juan de Tassis y Acuña.
  Poco se sabe de la infancia y adolescencia de Juan, solo que fue criado en palacio y aprendió con los humanistas Bartolomé Jiménez Patón y Luis Tribaldos de Toledo.
  Su primer encargo para la corte se produce en 1599 cuando acompaña, en representación de su padre, a Felipe III a Valencia para recibir a la que sería su esposa, Margarita de Austria. Tras este cometido es nombrado gentilhombre de casa y boca y comienza su carrera como escritor con unas pequeñas composiciones poéticas.
  En 1601 la capital de la corte se traslada a Valladolid y Juan decide seguir al rey. Ese mismo año se casa en Guadalajara con Ana de Mendoza y de la Cerda.
  En Valladolid es donde empieza a coger notoriedad de habilidoso caballero y buen escritor por algunas obras satíricas que se le atribuyen.
  Muerto su padre en 1607 hereda el título de conde de Villamediana, pero su fama de espadachín, truhán y pendenciero también aumenta por lo que parece que la fecha de su primer destierro fuera ese año.
  De vuelta a Madrid en 1611, decidió trasladarse a Nápoles ya que el nuevo virrey y capitán de la ciudad Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos, quiso crear una corte literaria allí.
  Una de las actividades de esta corte es el Cartel de un Torneo en 1612 donde Juan puede demostrar dos de sus pasiones, el lujo y la caballería.
  Tras participar en las guerras de Lombardía como maestre de campo, regresó a España. Es aquí cuando su lujosa vida le pasa factura ya que numerosos acreedores se le echan encima, teniendo que vender los oficios de correo de Murcia, Cartagena, Béjar, Medina de Rioseco, San Sebastián, Irún y Nápoles, Cuenca, Sigüenza, Logroño, Navarra, Soria, Galicia, el Bierzo y Aragón, que había heredado de su padre como Correo Mayor del Reino.
  A partir de ahí es cuando quiere hacer valer su maestría como escritor con obras de estilo culterano y basadas en la mitología, destacando "Fábula de Faetón", "Fábula de Apolo y Dafne" y "Fábula de la Fénix".
  Pero son sus poemas satíricos los que le vuelven a meter en problemas. En ellos denunciaba la corrupción que había en la corte y atacaba a personas importantes del rey como el duque de Lerma, el duque de Uceda, el padre Aliaga, confesor real, o Pedro de Tapia, consejero de Felipe III, entre otros muchos.
  Estos poemas le costaron su detención en 1618 y el destierro de la corte estableciéndose entonces en Sigüenza y Alcalá de Henares. Desde donde seguía denunciando a los validos del rey.
  El 15 de mayo de 1520, por la beatificación de San Isidro, se convoca una justa poética a la que se presenta a un concurso de poemas. El jurado. en el cual estaba Lope de Vega, distinguió su texto con el primer premio.
  El perdón real llegó en 1621 con la subida al trono de Felipe IV y su mujer Isabel de Borbón, convirtiéndole en uno de sus favoritos. Este es el principio de su futuro asesinato.
  Isabel de Borbón, le encargó una obra de teatro para las fiestas de cumpleaños del rey. La obra, cuyo título era "La gloria de Niquea", se representó en el palacio de Aranjuez el 15 de mayo de 1622.
  Tras su representación y antes de que se pudiera ver "El Vellocino de oro" de Lope de Vega, se produce un incendio en el escenario. Testigos dijeron que habían visto a la reina en brazos del conde para ponerla a salvo. Este hecho sumado a otras muestras de cariño hacia ella, pudo desembocar en su muerte prematura.
  Todo sucedió la noche del 21 de agosto de 1622 cuando Juan iba hacia su casa acompañado por Luis de Haro, ya en la calle Mayor, a la altura de San Ginés, dos hombres armados con rejones atacaron el carruaje e hirieron mortalmente a Juan. Sus asesinos fueron Ignacio Méndez, guarda mayor de los reales bosques, y Alonso Mateo, ballestero del Rey.
  Muchas teorías corrieron sobre su muerte, se decía que había sido encargado por el conde-duque de Olivares debido a sus poemas satíricos, o alguno de los muchos nobles a los que satirizó.
  Sus deudas y su vida disoluta también le granjearon muchos enemigos por lo que alguno de sus acreedores o algún marido celoso pudo haber pagado para asesinarlo.
  Quizá la teoría más plausible sería que el rey encelado por un posible romance entre Juan y la reina le mandó asesinar. Se cuenta que poco antes de su asesinato, Juan estaba rejoneando en la Plaza Mayor de Madrid, y que la reina viendo su pericia comentó "¡Qué bien pica el conde!" a lo que el rey contestaría "Pica bien, pero pica alto" , dando a entender que sabía de los amoríos entre el conde y la reina. 
  Nunca se supo realmente quien lo orquestó todo pero sí parece claro que fue un complot entre las altas esferas de la corte y que muchos se alegraron de su muerte e incluso se mofaron.
  Uno de su sonetos más famosos y que escribió en su destierro parecía presagiar su muerte. Rezaba así:

Silencio, en tu sepulcro deposito
ronca voz, pluma ciega y triste mano,
para que mi dolor no cante en vano
al viento dado y en la arena escrito.
Tumba y muerte de olvido solicito,
aunque de avisos más que de años cano,
donde hoy más que a la razón me allano,
y al tiempo le daré cuanto me quito.
Limitaré deseos y esperanzas,
y en el orbe de un claro desengaño
márgenes pondré breves a mi vida,
para que no me venzan asechanzas
de quien intenta procurar mi daño
y ocasionó tan próvida huida.
    La muerte de Villamediana fue muy comentada por los mentideros de la época. Góngora hablaba de él muy piadosamente en una carta que escribió a Cristobal de Heredia donde le narra su muerte. Esto se debe a que Juan y Góngora fueron amigos.
  En cambio, Quevedo dijo que su muerte se debe a una defensa propia debido a su vida, su poca religiosidad y culpándole a él en vez de su asesino. De hecho, Quevedo hubiera querido que muriera ejecutado.
  Fue enterrado en la capilla mayor del Convento de San Agustín de Valladolid, junto a otros de sus familiares.
  Este asesinato convulsionó la ciudad, pero hay muchos otros, quizá no tan mediáticos como fue el del conde, que iré contando.

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Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana.

La muerte del conde de Villamediana. Manuel Castellano

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