martes, 5 de mayo de 2020

El clavel y la rosa

  Madrid siempre ha sido una ciudad viva en la que nos encontramos multitud de personas que han marcado su devenir, su cultura y su historia.
  Para conocer a nuestro protagonista de hoy nos tenemos que trasladar al siglo XVII. el Siglo de Oro de la literatura española.
  Su nombre completo era Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, pero ha perdurado en la historia como Francisco de Quevedo.
  Vino al mundo el 14 de septiembre de 1580 en Madrid, cojo, con los dos pies deformes y con una miopía severa, siendo bautizado el 26 de septiembre en la iglesia de San Ginés (calle Arenal).
  Su niñez fue triste y solitaria en un mundo rodeado de nobles y potentados ya que sus padres, hidalgos provenientes de Vejorís (Cantabria), ostentaban altos cargos en la corte. Su padre, Pedro Gómez de Quevedo era secretario de María de Austria y su madre, María de Santibáñez, dama de la reina. Estudió en el Colegio Imperial de los jesuitas, donde sufría burlas de sus compañeros por su condición, así que se refugió en la literatura.
  Posteriormente estudió en la universidad de Alcalá de Henares y en la de Valladolid, en esta ciudad adquirió fama de gran poeta y se fraguó su enemistad con Góngora.
Cuando Madrid recuperó la capitalidad en 1606, se instaló definitivamente en la Villa donde inició una amistad con Pedro Téllez de Girón, duque de Osuna a quien acompañó en 1613 a Sicilia como Secretario de Estado y donde participó como espía en algunos asuntos de estado entre la repúblicas italianas.
  En 1616 vuelve a Madrid y recibe el hábito de la Orden de Santiago, pero a la par sufre una acusación de haber participado en la conjura de Venecia (fue una disputa entre la Monarquía Hispánica de Felipe III y la Serenísima República de Venecia en la que se cree que el duque de Osuna y Quevedo urdieron un complot para que mercenarios franceses crearan una situación que obligara a las tropas españolas a intervenir. Una vez que los venecianos supieron todo hubo una revuelta contra los franceses donde fueron asesinados o ejecutados todos). Esta acusación le conlleva el destierro a la Torre de Juan Abad (Ciudad Real) que le pertenecía.
  Con el ascenso del conde-duque de Olivares recupera la confianza de la corte al convertirse Olivares en su protector y nombrándole secretario real.
  En 1628 se vuelve a ganar un destierro, esta vez al convento de San Marcos de León por posicionarse contra la elección de Santa Teresa como patrona de España y a favor de Santiago Apóstol, pese a que Olivares le recomendó que no se manifestara.
  Regresó pronto a la corte y se casó con Esperanza de Mendoza en 1634, pero se separó al poco de ella.
  En el entorno de Olivares hubo sospechas de corrupción por lo que el conde-duque perdió la confianza en él y en 1639 bajo sospechosas acusaciones fue encarcelado en San Marcos hasta 1643 cuando recobró la libertad y se retiró a la Torre de Juan Abad muriendo el 8 de septiembre de 1645 en Villanueva de los Infantes.
  En vida ostentó los títulos de señor de la Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago.
  También es conocido por su vida disoluta. Era habitual encontrarle en las tabernas o los burdeles de la villa donde pasaba muchas noches bebiendo. de hecho en Madrid se recuerda que solía orinar en la calle del codo, lugar donde había muchas tabernas.
  Su odio hacia Luis de Góngora también fue celebre. Le odiaba porque creía que era de origen judío mientras que Góngora le repudiaba por la vida que llevaba. Quevedo le llegó a dedicar un soneto.
                                                     
"A un hombre de gran nariz".

"Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado;

era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
las doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito".

  El odio de Quevedo le llevó a comprar una casa en el barrio de Las Letras por 40000 reales, pero se dice que nunca vivió en ella. Su adquisición se debió a que Góngora vivía en esa casa y Quevedo quería desahuciarle. Cosa que hizo.
  Otra gran anécdota es cuando estando en una taberna con amigos se apostó una cena y algo de dinero a que llamaría coja a Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV y por lo tanto reina de España. Sus amigos creyendo que nunca lo haría aceptaron.
  Para cumplir con la apuesta, en una recepción Quevedo marchó hacia la reina con dos ramos y al llegar a ella le dijo "Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja". Quevedo ganó la apuesta utilizando un calambur, juego de palabras que consiste en cambiar el significado de una frase modificando sus sílabas.
  Quevedo fue un genio de la literatura tanto en prosa. verso o teatro. Destacando entre otros "El Parnaso español", "Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos" o "La cuna y la sepultura".
  Además fue espadachín, político y espía. Su vida fue de todo menos aburrida dejando para la posteridad un gran legado que ha llegado hasta nuestros días y ayudando a la creación del Siglo de Oro español.

Cuadro de Juan van der Hamen

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