Al igual que otras capitales o ciudades europeas como París, Milán o Viena, la capital española también quería tener su propio teatro para representar las obras de los mejores autores y este sueño se cumplió en el siglo XIX.
El Teatro Real tuvo sus antecedentes en el Real Teatro de los Caños del Peral inaugurado por Felipe V en 1738 ubicado en el mismo lugar en que se encuentra el actual y siendo su primera representación la ópera Demetrio, compuesta por Johann Adolph Hasse sobre el libreto de Pietro Metastasio.
Este antiguo coliseo funcionó hasta 1818 cuando Fernando VII, mediante una Real Orden decide remodelar la plaza de Ópera y construir un nuevo teatro sobre el solar del antiguo. Él mismo coloca la primera piedra el 23 de abril de ese año. El rey Felón iniciaba así el levantamiento de un coliseo lírico equiparable a los mejores teatros europeos.
Las obras las comienza Antonio López Aguado que diseñó un edificio hexagonal pero de forma irregular en estilo neoclásico mezclado con eclecticismo y con la fachada principal mirando al Palacio Real.
Su edificación no fue nada fácil interrumpiéndose varias veces, primero por escasez de fondos que paralizó su construcción hasta 1830 y posteriormente por la muerte de su arquitecto en 1831, haciéndose cargo desde entonces Custodio Teodoro Moreno. La subida de Isabel II al trono también supone una paralización del proyecto hasta que por fin se consigue terminar en 1850 inaugurándolo la propia reina. Desde ese año se convierte en uno de los de los principales teatros europeos.
Pasando un tiempo y tras la Revolución de 1868, la Gloriosa, que acaba con el reinado de Isabel y con ella en el exilio cambia su nombre por Teatro Nacional de la Ópera siguiendo con su actividad normal.
Pero su transitar no fue fácil, en 1925 sufre un hundimiento que provoca su cierre provisional para restaurarlo pero la falta de fondos, la Guerra Civil (durante la cual estalló un polvorín en su interior) y la posguerra lo retrasan cuarenta y un años. Se consigue reabrir en 1966 pero ahora convertido en auditorio y sede del Real Conservatorio Superior de Música y Escuela de Arte Dramático. Madrid perdía así su teatro de Ópera.
Una capital europea como es Madrid no podía permitir que esto pasara así que en 1988 se produce el último concierto como auditorio, fue realizado por la Orquesta Nacional, y el 2 de enero de 1991 se inician las obras de rehabilitación como teatro de Ópera reinaugurándose el 11 de octubre de 1997 en una ceremonia presidida por Juan Carlos I y la reina Sofía.
Desde entonces mantiene su actividad siendo uno de los teatro más importantes del mundo y convirtiéndose en el lugar de estreno mundial de óperas tan famosas como Don Quijote, de Cristóbal Halffter (2000), La señorita Cristina, de Luis de Pablo (2001) o Dulcinea, de Mauricio Sotelo (2006).
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Carlos Delgado |
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