Durante la historia de España ha habido multitud de reyes que llegando ya hacia el final de su vida decidieron retirarse a lugres tranquilos donde poder disfrutar de sus últimos momentos en este mundo y el caso más conocido de todos es el de Carlos I quien se retiró al Monasterio de San Jerónimo de Yuste, ubicado en la cacereña localidad de Cuacos de Yuste.
El origen de este cenobio data de 1407 cuando se construye un pequeño edificio bajo el patrocinio del Infante Don Fernando, hermano del rey Enrique III de Castilla, para acoger unos pocos ermitaños pero tiempo después estos se hicieron numerosos por ello los vecinos de la Vera decidieron aumentarlo y finalmente cedérselo a la Orden de San Jerónimo.
De esta manera la vida de los monjes transcurría tranquila hasta que 1556 un acontecimiento cambiaría por siempre la historia de este lugar y es que Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, el Cesar, decidió retirarse a vivir sus últimos años aquí. Con la llegada del rey el cenobio cambia por completo ya que había que adaptarlo a las necesidades del monarca y para ello se construye toda una zona palaciega que pudiera acogerle junto a su séquito de unas 60-70 personas. Por ello lo que se observa es un conjunto con dos estancias totalmente diferenciadas, una es el monasterio propiamente dicho y la otra es el palacio.
El cenobio se forma con la iglesia del siglo XV, ubicada en el centro, de una sola nave y cabecera poligonal que se comunica con un claustro gótico rectangular de dos niveles recubierto con techumbre de madera. A esto se le unen las construcciones del siglo XVI y que corresponden al palacio y un claustro renacentista o claustro nuevo con una organización parecida al gótico.
Debido al carácter austero de Carlos su vivienda se levanta de manera sencilla en la que predominan los materiales como ladrillo, la mampostería y la sillería sin ornamentación y en su interior sigue la misma tónica. La planta principal es la que servía como vivienda y en ella, en su ala izquierda, se sitúa la antecámara y la habitación comunicada con la iglesia y a la derecha están dos habitaciones que servían como comedor y sala de audiencias, además ambas poseen miradores a la huerta y estanque que completan el conjunto.
En cuanto a su historia se sabe que Carlos falleció aquí el 21 de septiembre de 1558 y fue inhumado en la iglesia donde permaneció hasta que Felipe II lo trasladó al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Tras ello el cenobio quedó en calma hasta que llegó la Guerra de Independencia ya que las tropas francesas decidieron incendiarlo y dejarlo en bastante mal estado, algo que se agravó en 1836 con la desamortización de Mendizábal ya que quedó abandonado, lo que le supuso una gran ruina pero por suerte en 1857 lo compró el Marqués de Mirabel quien lo restauró y volvió a abrir su iglesia para el culto.
Gracias a esto el monasterio se salvó pero aún hacía falta protegerlo y eso se hizo en 1931 al declararlo monumento histórico-artístico y tras la Guerra Civil el Estado encargó a José Manuel González-Valcárcel su completa restauración, la cual duró hasta 1958.
Actualmente esta joya histórica sigue habitada por monjes aunque ahora de la Orden de San Pablo Primer Eremita, desde 2004 está dentro de Patrimonio Nacional y en 2007 recibió el sello de Patrimonio Europeo.
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