sábado, 19 de marzo de 2022

El palacio-santuario pacense

   Multitud de civilizaciones ha habido en la Península, habitantes que han dejado huella en los yacimientos.

  La Península Ibérica siempre ha sido un territorio marcado por las distintas civilizaciones que en ella ha habido, habitantes que construyeron lugares que con el tiempo fueron desapareciendo pero que gracias a las excavaciones arqueológicas hemos podido conocer en parte. Muchos son los ejemplos de yacimientos y uno de ellos es Cancho Roano ubicado en la localidad badajocense de Zalamea de la Serena.

  La historia de este hallazgo comienza a finales de la década de 1970 cuando el labrador Jeromo Bueno decide hacer una alberca de riego en una elevación dentro de su finca llamada Cancho Roano pero para su sorpresa al excavar empezaron a salir restos de construcciones de piedra, objetos antiguos y ceniza. Poco tiempo después por las inmediaciones pasó el profesor José Antonio Hidalgo quien al ver lo encontrado corrió a contárselo a las autoridades y es que sin saberlo Jeromo había hallado uno de los yacimientos más importante de España, un edificio protohistórico de la Edad de Hierro quemado y abandonado con todas sus cosas.

  En 1978 el arqueólogo Joan Maluquer de Motes comenzó unas excavaciones que dieron como resultado la salida a la luz un edificio en forma de U en un gran estado que se empezó a construir en el siglo VIII a.C aunque la gran mayoría de lo que ahora se puede ver es del siglo V a.C. En él también se encontraron cenizas, joyas de oro y plata, vajillas y arreos de bronce, abalorios de vidrio, hueso y marfil, cerámicas, herramientas de hierro y objetos más recientes como copas griegas. Además se vio que estaba rodeado de habitaciones y un foso.

  En cuanto a su uso Maluquer pensó que en un principio era residencial pero que con el tiempo se habría convertido en un ustrinum o crematorio de cadáveres por lo que creó el término palacio-santuario. Pero según avanzaba los trabajos halaron seis altares en los niveles más antiguos que hicieron suponer a investigadores como Antonio Blanco Freijeiro que este lugar era un altar de sacrificios lusitano donde se hacían hecatombes (sacrificios de animales). En cambio otros como Manuel Almagro-Gorbea lo identificaron como un palacete rural cuya construcción podría haberse hecho por fenicios, griegos o tartésicos. Y la más disparatada es la que lo asociaba con el mito griego de la Atlántida.

  Actualmente el edificio ya no se asocia con sacrificios ni como crematorio (se cree que sus cenizas provienen de un incendio que hizo que sus habitantes tuvieran que abandonarlo) sino que sería un palacio rural de algún linaje aristócrata de la zona y a su alrededor se habrían situado campos de cultivo. Además las teorías de origen fenicio, griego o tartésico han perdido fuerza ya que se cree que podría ser el centro de unas poblaciones del período post-orientalizante (500-400 a.C.).

  En cuanto a sus objetos estos se pueden observar en el Centro de Interpretación Cancho Roano construido junto al yacimiento el cual, gracias a su importancia histórica y excepcionalidad, está declarado monumento nacional desde 1986.



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