jueves, 12 de octubre de 2023

La casa del último rey de Lebla

   Los castillos se pueden encontrar por cualquier zona de España gracias a los nobles que en esos lugares había.

  Cuando Roma llegó a Hispania crearon una serie de fortalezas que con el tiempo fueron adaptándose a sus nuevo dueños cambiando completamente su estética. Muchos son los ejemplos y uno de ellos es el Castillo de Niebla ubicado en la homónima localidad onubense.

  El origen de este lugar está en época romana cuando se levantó para servir como ciudadela y hogar del decurión que gobernaba la zona. Posteriormente, con la salida de los romanos de Hispania, unos jefes militares visigodos se hicieron con el castillo manteniéndolo de una manera parecida ya que su primera gran transformación sucede en época musulmana cuando estos lo convierten en un alcázar, revistiendo sus muros con azulejos de colores, yeserías e inscripciones y cerámicas además de crearle una noria de riego para los jardines y fuentes con mosaicos.

  Finalmente el rey Alfonso X de Castilla conquista Lebla, como así llamaban los musulmanes a la localidad, y se la cede a su hija Beatriz aunque el monarca permite que Muza Aben-Mahfot, último rey de Lebla, siga viviendo en él como vasallo. En esta época sufre una reforma integral que le cambia bastante a como era originalmente. Tras Beatriz el castillo y la villa pasa a posesión del rey Pedro I de Castilla quien a su muerte se lo cede a la familia Guzmán (propietarios del ducado de Medina Sidonia. De ahí que también se conozca al castillo como el de los guzmanes). Pues bien, en esa época también se crea el condado de Niebla que cae en manos de Juan de Guzmán. En cambio la verdadera revolución llega cuando Enrique de Guzmán, II duque de Medina Sidonia, se convierte en el IV conde de Niebla ya que él es el que reedifica el castillo completamente.

  Pero en siglos posteriores Niebla dejo de ser elegida como residencia para sus señores haciendo que el castillo entrara en un gran declive al igual que la Villa. A esto se le suma que en el terremoto de Lisboa de 1755 fue muy dañado y que en 1812 los franceses lo volaron tras abandonarlos. Esto hizo que la gente empezara a utilizar sus materiales y el solar de sus murallas para edificar casas. Finalmente se desalojaron y se decidió su recuperación.

  De esta manera se puede ver un edificio en el cual todavía hay arcos, fosos y calabozos de época romana aunque la mayoría de su arquitectura es almorávide de hacia 1330. En su exterior se observa una muralla con 48 torres (destaca la del Oro, reconstruida y de la que se cuenta que sus campanas de oro están en el fondo del río Tinto) y 6 puertas: la de Sevilla aún conserva una leve impronta romana, del Agujero seguramente proveniente de una ciudadela romana, la del Agua tiene un estilo almohade-mudéjar, del Buey cuyo nombre procede de una leyenda que dice que por ella Aben-Mafot hizo salir un buey para hacer creer a los cristianos que aún tenían suministros, del Embarcadero y del Socorro nombrada así por una imagen de la Virgen que tiene pintada.

  De ahí se pasa al castillo propiamente dicho el cual es cuadrangular, dividido en dos grandes patios rodeados de torreones cuadrados y una torre del homenaje cuadrada rematada en almena y erigida con aparejo de sillarejo, los sillares de piedra y el tapial.

  Actualmente presenta un buen estado, en él se realizan varias actividades culturales y está catalogado como Bien de Interés Cultural.



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