Cuando los cristianos conquistaban las ciudades que estaban en manos de los musulmanes solían eliminar las mezquitas que en ellas habían y las sustituían por iglesias. Debido a esta costumbre se pueden ver numerosos ejemplos de ello y uno es la iglesia arciprestal de Santa Catalina Virgen y Mártir de la valenciana localidad de Alzira.
El origen de este templo está en el siglo XIII en el 30 de diciembre de 1242 cuando el rey Jaime I de Aragón toma Al-ǧazīra. Tras ello ordena la destrucción de la mezquita aljama y levantar sobre su solar un nuevo templo cristiano, así se erigió una iglesia de planta basilical y de estilo gótico valenciano. Sin embargo, con el tiempo necesitó un arreglo y eso pasó en 1531 cuando se remodeló conservando algunos de sus elementos góticos como los contrafuertes, varios arcos torales, vanos ojivales, el óculo, la capilla mayor y la torre campanario. Pero este no sería su última intervención ya que en 1681 se reconstruye por completo y en 1776 se amplía con la capilla de la Comunión (obra de Vicente Gascó de Valencia) sobre el antiguo cementerio.
De esta manera se ve un exterior sobrio que aún mantiene elementos góticos y en el cual destaca una portada barroca, obra de Gaspar Dies, cuya base es un cuerpo rectangular rodeado por columnas salomónicas y decorado por un elemento floral. Sobre esto aparece un segundo cuerpo con un nicho que contiene una imagen de santa Catalina y culmina en un tercero con las armas de Alzira.
De ahí se pasa a un interior de una sola nave basilical que se enmarca en un eclecticismo entre el neoclasicismo y el barroco. Esta nave, a su vez, se divide por por arcos de medio punto y arcos torales, tiene capillas laterales entre los contrafuertes y se cubre con una cubierta a dos aguas. Las capillas laterales, además, tienen retablos de 1702 hechos por Tomás Vergara y en una de ellas se guardan las reliquias de San Bernardo de Alcira, patrón de la ciudad.
Del resto de su historia se sabe que tras la desamortización en su interior se guardaron pinturas y esculturas de los monasterios de La Murta, Franciscanos y Capuchinos de cuyos edificios fueron enclaustrados pero muchos de ellos se perdieron cuando se quemó en 1936 al inicio de la Guerra Civil.
Actualmente conserva un buen estado y gracias a su historia y arte está catalogada como Bien de interés cultural.
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