Cuando se desata una enfermedad a los afectados hay que aislarlos y tratarlos en lugares donde no contagien.
En el medievo cuando se detectaba algún caso de lepra se separaba al enfermo para que no se la pegara a los demás (en ese tiempo se creía que era un mal altamente contagioso), para ello se les mandaba a lugares conocidos como leproserías. En España hubo una gran cantidad de estos sitios y uno era el Lazareto de Abaño ubicado en la cántabra localidad de San Vicente de la Barquera.
Realmente llamada Casa de la Orden de Lacerados Malatos de San Lázaro de Abaño su origen está en el siglo XIII cuando se levanta sobre un antiguo edificio religioso gracias a las donaciones de los concejos costeros de Asturias de Santillana, y sobre todo a la donación del templo, casas y tierras de Pedro Juanes y doña Yllana. Su fundación se debe a los abades de San Vicente de Panes, de San Salvador, de San Juan de Rivadedeva y de Luey quienes en 1232 levantan el nuevo edificio para atender a todos los malatos (enfermos de lepra) que vivían en los concejos de la zona occidental de las Asturias de Santillana. Para su cuidado se designó a un mayordomo y varias beatas. En 1358 se ampliaron las Ordenanzas de la Orden de Lacerados Malatos de San Lázaro con seis nuevos capítulos y, en 1400 el Arcipreste de Aguilar, como Visitador Apostólico del Obispo de Burgos, le añadió veintitrés más.
Hasta el siglo XVIII el lazareto funcionó bastante bien pero en su segunda mitad entró en decancia, la cual hizo que en 1828 la orden desapareciera y que en 1845 el Ayuntamiento de San Vicente de la Barquera vendiera los terrenos para sacar dinero que invirtió en la primera Escuela de Instrucción Pública que tuvieron.
El siguiente destino del lazareto fue fábrica artesanal de quesos pero tras ella quedó abandonado lo que llevó al edificio a una absoluta ruina.
Lo que ahora se ve son los restos de una edificación medieval en la que se distinguen las partes destinadas a sanatorio y la capilla de San Lázaro. Esta es de una sola nave con ábside cuadrado y conserva las paredes, la puerta ligeramente apuntada y una bóveda de crucería, esto hace suponer que es una de las primeras manifestaciones del gótico de Cantabria. Además, en los muros del ábside, mantiene pinturas rojas sobre cal blanca que representan los cascos de dos navíos superpuestos, un friso ajedrezado, varios rosetones y una cruz sobre el altar (se cree que se crearon entre 1450 y 1530).
Actualmente, tras años de abandono por parte de las administraciones (la única actuación fue en 2012 cuando el Ayuntamiento simplemente limpió la maleza y lo valló) y de numerosos actos vandálicos, pese a ser una de las leproserías medievales mejor documentadas del norte de España y estar declarado Bien inventariado, presenta un penoso estado lo que le ha llevado a estar incluido en la Lista roja de Patrimonio español en peligro de Hispania Nostra.
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